SPRINGFIELD, Oregon, EE.UU. (AP) - En una habitación de paredes blancas, un cáncer de páncreas acababa lentamente con la vida de Carolyn.
Ya no había nada que hacer por esta mujer de 62 años, sólo suministrarle morfina para aliviar el sufrimiento. Y la música de arpa de Jane Franz.
Franz y su arpa se instalaron al pie de la cama de Carolyn y la habitación fue invadida por un sonido suave, casi hipnótico. De vez en cuando hacía pausas para ajustar sus melodías a los latidos y la respiración de la paciente. Luego de 20 minutos, las notas eran como una bendición.
Junto a la cama había tres familiares de la paciente, que se tomaban de las manos. Había llantos y abrazos. Franz volvió al día siguiente con su música, y poco después Carolyn falleció.
Franz usa la música para aliviar el sufrimiento de los pacientes moribundos en el Hospital del Sagrado Corazón (Sacred Heart Hospital).
"Los médicos pueden escribir muchas recetas sin encontrar la respuesta justa", declaró el doctor Stewart Mones, director del departamento médico del hospital. "Hay ocasiones en las que ninguna medicina va a resultar tan efectiva como una terapia musical".
El oficio de Franz es una forma de músico-tanatología ("tanatos" alude a la muerte en griego) que data de hace muchos siglos. Se sabe que esa forma de terapia ante una muerte inminente ya era usada por monjes benedictinos en el siglo XI en Cluny, Francia.
El método más popular de la actualidad fue creado hace más de 30 años por Therese Schroeder-Sheker. Se trata de un programa llamado Cáliz de Reposo, en el cual la persona que ejecuta el arpa observa los movimientos del cuerpo y el estado mental del paciente, y ajusta la música a ellos.
Los músico-tanatólogos dicen que usan el arpa por ser un instrumento con muchos sonidos y tonalidades suaves, cálidas. Además, es fácil de transportar.
Ofrecen lo que denominan "vigilias" sin cobrar en numerosos hospitales y centros para deshauciados.
Cuando trabajaba en un geriátrico, Schroeder-Sheker observó que a menudo la gente moría sola, en una habitación en la que lo único que había era un televisor que transmitía comedias.
Empezó a usar la música con fines terapéuticos para pacientes moribundos en 1973. Recuerda la agonía y los sonidos de la muerte en pacientes con enfisema. Les tomaba de la mano, les llamaba por su nombre, les miraba a los ojos y les cantaba en tono bajito: "La misa de los ángeles", "Adoro te Devote," "Salve Regina".
Al ratito, ya no se sentía ruido alguno.
Esas experiencias dieron nacimiento a un movimiento.
"Traemos esta música que afecta de algún modo al paciente y sus familiares", dijo Franz, directora del programa de tanatología del Sagrado Corazón y está a cargo de un programa de dos años de músico-tanatología en el Lane Community College de Eugene, Oregón.
El programa Cuerdas Compasivas del Sagrado Corazón tiene tres músico-tanatólogos fijos que realizan unas mil vigilias por año y no dan abasto para satisfacer la demanda de sus servicios.
Generalmente son recomendados por médicos, trabajadores sociales, familiares y enfermeras. Los programas no están vinculados con fe religiosa alguna y atienden a personas de todas las creencias.
Mones dijo que en los momentos finales de la vida, la músicotanatología ayuda a lidiar con distintos temas. "Cuando empieza a sonar la música, noto que los hombros se relajan, que la gente respira hondo. Salen a la luz los sentimientos", señaló.
Sharilyn Cohn, codirectora de Sacred Flight, organización sin fines de lucro que colabora con 15 hospitales de Portland y sus alrededores, dijo que cada encuentro es único.
Afirmó que la música es una especie de medicina y que la melodía, las armonías y los ritmos se combinan para calmar al paciente y a sus familiares.
Las personas que tocan el arpa llegan al lugar sin saber qué composiciones ejecutarán.
"Tratamos de recabar información acerca de las personas, de su estado, de sus ansiedades, sus temores, su desasosiego. Tratamos de hacernos una idea acerca de la persona antes de entrar en la habitación", expresó Cohn.
"Todo puede cambiar de un momento a otro", dijo Franz. "Seguimos sus indicaciones. Ellos marcan la pauta".
El objetivo es ayudar al paciente a dar el paso final cuando ya están listos.
"Tratamos de tocar temas que no son conocidos porque si uno los conoce, piensa '¿cual era la letra...?' o trata de acordarse cuál fue la última vez que escuchó esa canción. No es eso lo que buscamos", manifestó.
"A medida que se acerca la muerte, saben qué hacer con la música; la aprovechan para tener una muerte tranquila", expresó.
Los músico-tanatólogos tienen acceso a las fichas médicas de los pacientes y aportan también observaciones: Luego de tocar para Carolyn, Franz anotó todos los cambios que percibió en su respiración y su ritmo cardíaco.
Acotó que cuando llegó Carolyn, "nadie pensó que pasaría de esa noche. Eso demuestra lo poco que sabemos".
Fuentes: www.univision.com
viernes, 11 de septiembre de 2009
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