viernes, 20 de noviembre de 2009

La vida fetal ¿un espacio de silencios?


La vida de un bebé tiene mayor significado si lo acompaña un mundo lleno de sensaciones. Los colores le serán más intensos; los sonidos, notas de ternura; los olores, más sutiles; los alimentos, un sabor infinito y la textura será más refinada. La apertura de los sentidos y la capacidad de provocar un estado de receptividad sensitiva que provoca la activación de sentidos como el tacto, olfato, gusto, audición y la visión, es un proceso centrado en el desarrollo integral que va desde la etapa fetal hasta la vida postnatal.

Según las observaciones científicas de Carl G. Jung el feto percibe informaciones a través de todos sus sentidos, reacciona ante ellas y las memoriza. Estas percepciones estimulan y afinan el desarrollo de sus órganos sensoriales y del cerebro.

Actualmente sabemos que a los tres meses de vida embrionaria, los órganos de los sentidos y sus correspondientes centros cerebrales ya están formados. Durante los seis meses siguientes estos órganos y centros se especializan. La calidad o intensidad de los estímulos recibidos marcan la naturaleza de su función.

El corazón late antes de nacer, y todos los demás sistemas están preparados para funcionar inmediatamente después de producida la separación de la madre con el corte del cordón umbilical. Esto no ocurre con el cerebro, que se desarrolla gracias a dos poderosos determinantes: las órdenes dormidas de los genes y los impulsos codificados que le proporciona el medio ambiente y que activan sus sentidos.

Progresivamente, gracias a estos dos factores, las funciones cerebrales se van desarrollando y la riqueza emocional e intelectual va en aumento. También los neurofisiólogos conceden cada día mayor atención al crecimiento de las neuronas, a la formación de nuevas células, a la mayor riqueza en prolongaciones neuronales y a las complejas reacciones bioquímicas y bioeléctricas que tienen lugar con singular intensidad en las primeras semanas y meses de existencia.

El cerebro puede ser moldeado por las experiencias embrionarias y posnatales. Las células nerviosas establecen constantemente nuevas conexiones a medida que reciben estímulos sensoriales y le permiten al cerebro adiestrarse más fácilmente y de manera automática. Las células nerviosas del cerebro se autorganizan cuando se han entrenado suficientemente mediante el contacto repetido con un estímulo concreto, y son capaces de ajustarse a percepciones.

Un equipo de médicos franceses evaluó qué sonidos recibía el bebé en el útero, colocaron pequeños micrófonos en el útero de algunas madres que parti-ciparon en el experimento, y captaron ruidos digestivos, los sonidos de los latidos del corazón, y los ruidos de la respiración, así como también la voz de la madre. Los científicos captaron también la voz del padre, y la de algunas personas que hablaban cerca de la madre. Además descubrieron que la música también llegaba al bebé. No obstante, los sonidos y los ruidos pasan amortiguados por la pared abdominal.
Los sonidos se transmiten al feto principalmente a través del sistema auditivo de la madre y de su sistema óseo: cráneo, columna vertebral, que actúa como un puente vibrante entre madre e hijo, constituyendo el primer vínculo con los aprendizajes tempranos.

Por Orlando Terré Camacho.

Fuente: Revista CARETAS, PERU.

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